domingo, 5 de febrero de 2017

BANDA SONORA


Estoy acostumbrada a acompañar mis paseos con música para hacerlos más amenos, y aunque hoy también llevo casco y grabadora, no he tenido necesidad de usarlos.

Día precioso en Dublín: un poco de viento, frío y sol. Me pongo una vez más la mochila al hombro, me cargo de provisiones y me pongo a andar dirección a la playa. A una madrileña como yo siempre le extrañará tener una playa a tiro de piedra, ya que la mayor acumulación de agua más cercana en Madrid es nuestro querido y escaso Manzanares.

El paseo está lleno de actividad: personas caminando, runners, perros runners, ciclistas, niños runners que acaban en el suelo... un camino relajante en el que la naturaleza una vez más me atrapa y cautiva. El agua aún no cubre la playa, por lo que la gente aprovecha para andar por la arena. No puedo evitar observarles, y es que muchas veces las personas que me encuentro me aportan algo solo con su presencia, paralela a la mía: una pareja bromeando mientras se besan, un matrimonio mayor paseando de la mano con garrota y muleta, un perro desobediente asfixiado por perseguir a una gaviota juguetona, un padre con gorrilla y abrigo irish cogiendo en brazos a su hijo, con la misma vestimenta que su padre, tres mujeres rondando los setenta u ochenta charlando animadamente con un termo de café, un hombre pescando...

Ahora estoy sentada en un banco, recién almorzada, escuchando las pequeñas olas que chocan en el puerto de Dublín. El sol me da el calor y la luz que necesito para escribir todo lo que aquí estoy contando. Hace nada ha pasado un labrador color negro a saludarme, su dueño me ha saludado también. El viento a veces es un tanto violento, aunque me permite que las páginas de mi cuaderno no echen a volar. La gente sigue caminando hacia el faro y yo sigo apreciando el paisaje. Me he vuelto a sentar en una piedra a buscar mi paz interior, he vuelto a dar gracias y a pedir perdón...

Ha sido otro paseo más, pero con gente y circunstancias distintas. Yo quería aislarme del mundo y de la gente. Razón por la que muchas veces me pongo la música a todo volumen... pero qué casualidad que el propio mundo que me rodeaba en ese preciso instante se había convertido, sin yo pretenderlo, en mi mejor banda sonora.

























No hay comentarios:

Publicar un comentario